Sábado de la Octava de Pascua

​Oh, Padre Celestial, en el sagrado Nombre de Jesús, te doy gracias. Gracias por este día que me has regalado, un día lleno de Tus bendiciones y Tu amor. Un día que has tejido con hilos de gracia y misericordia, un día que has pintado con los colores de Tu bondad infinita.

Te pido perdón, Padre mío, por mis faltas y pecados. Te ofrezco mi corazón arrepentido, un corazón que anhela Tu perdón y Tu paz. Un corazón que, a pesar de sus fallas, busca siempre Tu rostro y Tu amor.

Te ruego, Padre amado, que me concedas la gracia de participar mañana en la fiesta de la Divina Misericordia. Que me ayudes a confiar plenamente en Tu amor y Tu misericordia, que son como un río inagotable que fluye desde Tu corazón hasta el mío.

Te encomiendo a mi familia, a mis amigos, a los enfermos, a los necesitados y a todo el mundo. Los pongo en Tus manos, Padre, sabiendo que Tu amor y Tu cuidado son más grandes de lo que podemos imaginar.

Te alabo y te bendigo, Padre Celestial, por Tu bondad y Tu poder. Tu bondad que se derrama sobre nosotros como una lluvia de bendiciones, Tu poder que sostiene el universo y cada uno de nuestros corazones.

Te adoro y te glorifico, Padre mío, por Tu majestad y Tu santidad. Tu majestad que brilla más que el sol, Tu santidad que es más pura que la nieve más blanca.

Amén, Padre Celestial. Amén, en el Nombre de Jesús. Amén, en el amor y la misericordia que fluyen de Tu corazón. Amén.​