Cuando el asfalto se coloca sin respetar la cuenca natural del terreno, sin prever drenajes ni considerar cómo fluye el agua en épocas de lluvia, las consecuencias son inevitables: calles anegadas, viviendas inundadas y daños costosos.
Ignorar la cuenca hídrica es condenar a una obra al fracaso. No se trata solo de echar asfalto, sino de pensar el entorno como un sistema. El agua siempre buscará su curso natural, y si lo obstruimos, lo hará a costa de los vecinos. Por eso, cada proyecto urbano debe incorporar estudios de suelo, pendientes y escurrimientos. Construir con responsabilidad es construir para el futuro.
ARROYO CORRENTINO, Y LO QUE SIEMPRE PASA

Cuando el asfalto ignora la cuenca hídrica: un problema que se inunda solo